lunes, 4 de noviembre de 2013

Entrevista a Esteban Bilbao (Tercera y última parte)

EL CONCIERTO ECONOMICO CON NAVARRA

-Actualmente existe una comisión navarra que está discutiendo co el Gobierno ciertos aspectos de su Concierto Económico. ¿Cree ustedque los fueros son una solución a los problemas regionales?
 -¡Naturalmente! Yo siempre he defendido los Fueros de Navarra. En mi época de ministro de Justicia evité que el Concierto económico con Navarra, y por tanto, sus Fueros, sufrieran en su integridad.


-¿Podría ser algo más explícito en este asunto?
-Yo fui nombrado ministro de Justicia en el llamado Gobierno de la Victoria, es decir, en mil novecientos treinta y nueve. El entonces ministro de Hacienda presentó al Jefe de Estado un Proyecto de Ley que afectaba directamente al sistema foral navarro. La cuestión se planteó en un Consejo de Ministros, y yo le señale al Jefe del Estado mi punto de vista sobre esa medida. Los navarros merecían otro trato después de su decisiva aportación a la guerra, y esta medida podía traer consecuencias incalculables. Franco, con gran inteligencia, ordenó archivar el asunto y ya no se volvió a hablar de ello.

»Cada region tiene sus propias peculiaridades, y esto es tu  tesoro que debemos conservar.


UN ENSAYO SOBRE DONOSO CORTES

-Don Esteban ¿en qué está ocupado estos días? 
-Este verano, en Durango, he empezado a escribir un ensayo sobre algunas de las cosas que dijo y escribió Donoso Cortés. Han venido a verme algunos amigos y me han propuesto la edición de todos mis discursos políticos. ¿Ve usted aquel montón de folletos que hay en esa esquina de la biblioteca? Pues todos son discursos, y todavía faltan muchos más.

«UNAMUNO NO ERA ATEO»

-Creo que usted conocía muy bien a don Miguel de Unamuno ¿Cual era en realidad su actitud religiosa?
-Muy profunda. Dijo verdades como puños, y por eso algunos «beatos» se escandalizaron y todavía se escandalizan. Tuve la oportunidad de intimar con él un montón de veces. Yo le podría contar muchas anécdotas que me ocurrieron viajando con don Miguel En otra habitación tengo un lienzo muy curioso. Se trata del cuadro que pintó Lecuona, que vivía precisamente encima del piso de Unamuno. El cuadro representa a San Ignacio de Loyola herido. La cara y la figura del médico que lo está curando son precisamente las de Unamuno. Era un hombre muy inquieto y profundamente religioso. 

En una ocasión hicimos un viaje juntos el que entonces era alcalde Bilbao, don Miguel y yo. Por la noche, en el hotel, noté que Unamuno paseaba nerviosamente de un lado a otro de la habitación. Apagó la luz, pero al cabo de poco tiempo volví a oír los pasos. Estaba nervioso. Me levanté y me fui a su habitación. Le pregunté si le ocurría algo, si se encontraba bien. Me dijo que no sabía lo que le pasaba, que no podía dormir. Yo ya sé lo que le pasaba. 

Era un hombre que pensaba mucho y muy sensible. Estaba en una de sus crisis más características. Al fin le pude convencer para que se volviera a meter en la cama, le hice la señal de la cruz en la frente, y al cabo de un instante dormía como un bendito. ¿Qué Unamuno era ateo? ¡Qué me van a decir a mí! Don Miguel no era ateo, tenía sus dudas y sus crisis, pero era profundamente religioso y creyente en Dios. Su honradez no le permitía adoptar una actitud hipócrita.  

¡VEINTIOCHO AÑOS AL SERVICIO DEL REGIMEN!»

Don Esteban es un gran conversador. Me habla de muchas cosas. A punto de cumplir los noventa años, recuerda con gran lucidez sus primeras luchas electorales. Por ejemplo, me señala que en Vitoria se enfrentó con Eduardo Dato, y después de varios incidentes -intimidaciones, rupturas de urnas, etcétera- pudo conseguir el acta de diputado.
Sigue día a día un gran número de periódicos. Su mesa de despacho está repleta de ellos. Este hecho queda reflejado en su conversación: le preocupan mucho los problemas actuales. El Estatuto del Movimiento, la Ley de Sucesión -que consulta continuamente-, la reforma del Reglamento de las Cortes, el asunto de los sacerdotes de Derio, sus conversaciones de este verano con el recientemente fallecido obispo de Bilbao. «Tengo sus últimas cartas -y añade-: me escribía frecuentemente».

Durante la época en que fue presidente de las Cortes se llegaron a promulgar más de 4.000 leyes, algunas de las cuales me las enseña y dice: «Estas las hice yo..., tenga en cuenta que he dado veintiocho años de mi vida al servicio del Régimen. ¡Más de la cuarta parte de una vida centenaria!».

Ya cerca del mediodía abandono la casa de don Esteban Bilbao. Han sido más de tres horas de conversación. «Vuelva otro día y le contaré más cosas». Don Esteban representa un buen pedazo de la Historia de España; su vida política ha sido intensa y, por tanto,su experiencia es muy valiosa. Volveré.

J. C. C.

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