Mostrando entradas con la etiqueta batalla. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta batalla. Mostrar todas las entradas

lunes, 17 de septiembre de 2012

Las Memorias de Alfonso Carlos: Sábado 17 de septiembre de 1870

SABADO 17 DE SEPTIEMBRE DE 1870

Vistas desde Villa Médici
Antes de las tres de la mañana vino a casa Sánchez a despertarme, pues la Compañía había recibido orden de ir inmediatamente a Villa Médici. Me desperté y levanté enseguida y me fui a mi cuartel de San Agustín; pero ya había marchado la Compañía y sólo quedaban de guardia allí el cabo Hofmann y tres zuavos. Fui lo más pronto que pude a la Villa Médici, pasando por Ripetta, Corso y Plaza de España, y todo estaba tan tranquilo como siempre. En la Villa Médici encontré a mi Compañía. Allí estaban otras de Zuavos; es decir, la tercera del tercero y la cuarta del primero.

Se creía que los italianos iban a atacar al amanecer, y por eso se tomaron todas las debidas precauciones. Yo estuve un buen rato en cuarto del Coronel, allí en la Academia de Francia. Amaneció el día, sin que los italianos atacasen. A las nueve de la mañana los soldados de mi Compañía tomaron la sopa, y yo también con ellos. Todo el día se pasó muy alegremente. Estuve con varios zuavos españoles echado sobre la paja, y desde allí escribí a mi mamá(sin que la carta pudiese marchar en ese día, como era natural, por el sitio).

Subí varias veces sobre una pequeña glorieta del jardín, y desde allí se veían muy bien las tropas italianas. Se veía un campamento al lado de la Storta, pueblecito cerca de Roma, en el camino de Viterbo. Otro campamento estaba en el camino de Civitá Castellana. Durante el día levantaron el campamento y llegaron hasta cerca del Monte Mario, y después marcharon a la izquierda, hacia la Villa Albani (delante Puerta Pía).

El carlista Obispo de Daulia
Nuestros soldados tenían formados los pabellones delante la Villa Médici, en el mismo jardín, y aquí nos paseamos todo el día muy alegres, con esperanzas de obtener lo que no pudimos lograr. A las cuatro de la tarde con el permiso del Coronel Allet, pude ir a comer a mi casa. A las cinco volví a Villa Médici. Vino entonces la  música de los zuavos y tocó en el jardín hasta las seis y media. Allí cerca, varios zuavos y yo nos pusimos a bailar y estuvimos muy alegres. Vinieron a verme el señor Obispo de Daulia y el Marqués de Villadarias, y después los dos Capellanes de zuavos españoles, D. Silvestres Rongier y D. ...; también vino allí Manuel Echarri.

Por la noche los zuavos cantaron, y un zuavo holandés hizo allí un discurso a todos los demás, gritando, con cuanta voz tenía, no sé qué. Por la noche vino también el Padre Dussan, dominico, capellán de los zuavos franceses. Era muy edificante el ver en el jardín, al anochecer, muchísimos zuavos que se confesaban de rodillas en el suelo y con muchísima devoción.

Aquella noche reuní a los zuavos españoles de mi Compañía les hice cantar canciones y nos divertimos mucho; esto se concluyó con rezar el rosario. Y a las nueve de la noche nos echamos a dormir sobre paja en un partazco o especie de cuarto abierto, que había en el jardín. Yo me puse allí para estar al lado de mis soldados, por si acaso ocurriese cualquier cosa. Me acosté sobre la paja, detrás de una estatua que me preservaba un poco del aire; sobre mí tenía una manta y un capote. Alrededor del jardín y en el mismo jardín había centinelas que vigilaban toda la noche. Al acostarnos creímos que, seguramente, los italianos nos atacarían el siguiente día, pues el 18 de septiembre era el décimo aniversario de la batalla de Castel Fidardo. Dormimos perfectamente. Por la noche llegó allí una Compañía de zuavos que estaba en el Puente Molle, en la avanzada, y no enviaron ya ninguna otra allí, juzgándolo demasiado peligroso, por ser tan pocos contra tantos. 

sábado, 8 de agosto de 2009

Batalla célebre de Simancas


En la foto Ramiro II Rey de León que combatió a los moros con valentía.

El día 6 de Agosto hace 1070 años Simancas rechazó a los moros, poca gente se acuerda de este hecho y se enorgullece de esta gloria histórica de nuestros antepasados. Aún dado el gusto de nuestros políticos de celebrar los centenarios o demás aniversarios vemos con pena el olvido intencionado de estos grandes aniversarios de la Reconquista como este (en el programa de la Semana cultural de Simancas ni siquiera se menciona el hecho menos en el discurso que se hizo en la plaza, cosa que delata el estado del panorama político) siendo una de las batallas más importantes de la Reconquista.

!Viva Santiago Apóstol! !Viva San Millán!


En tiempo de Don Ramiro II de León, vinieron los Moros contra él, y el conde Fernán González, siendo tanta las crueldades de los Paganos, que habiendo llegado a oídos del Rey Don Ramiro, determinó salir al reconocimiento de los Moros, lo que ejecutó un día al amanecer con buenos espías, y caballos ligeros; y habiendo descubierto más acá de Zamora, una gran Vega, y Monte, cubierta de Morisma, determinó elegir por Plaza de Armas a la Villa de Simancas, enviando sus mensajeros a todo su Reino, al conde Fernán González, y al Rey de Navarra Garci Sánchez, dándoles aviso del peligro común. En aquel tiempo, que era año de 938, se vieron grandes prodigios en el cielo, echando llamas y humo, que abrasaba el campo, con gran oscuridad, Nieblas y Terremotos, y aunque el Dor. y Oidor Juan de Arce y Otalora, Hijo y natural de esta Villa de Simancas, dice, que pudieron ser señales naturales, con todo eso no se puede negar que fueron cosas maravillosas.

Últimamente volviendo a nuestro asunto dijo, que el Rey Moro de Córdoba, con todos los Príncipes, y jeques, sus Tributarios, subió por la Ribera del Duero, talando los Campos, derribando los Pueblos y ejercitando las mayores crueldades con los cristianos.

Divulgada esta melancólica noticia, vinieron inmensas gentes a Simancas, a favor del Rey Ramiro , siendo los principales el Ry de Navarra, y Conde de Castilla, que se aposentaron dentro de la Villa. Cuando los Moros llegaron a las bocas de los Ríos Pisuerga y Adaja, como a dos millas debajo de esta Villa, entraron en la Vega espaciosa, que viene a dar hasta los muros , y pusieron sus Tiendas y Pabellones adonde ahora llamamos la Dueña Val del Obispo, y Vega Sorda, siendo innumerable la multitud de Hombres, Banderas, Lanzas, Camellos, y Tiendas, con otros pertrechos de guerra.

El Rey Don Ramiro con gran cuidado revolvía en su memoria, lo mucho que se podía temer en aquel lance, ya por el hambre y necesidad que podía padecer la Villa en caso de sitio; o ya del peligro que consideraba en acometer a los Moros, y así habiendo consultado con el Rey de Navarra, y conde de Castilla, y hecho todos tres votos al Apóstol Santiago, y a San Millán de la Cogolla; animaron a sus gentes aquella noche, que fue 5 de Agosto, en fe de habérseles aparecido en sueños un Ángel del Señor que les consoló en su aflicción, y dio el mayor ánimo para la Batalla. Con esta confianza determinaron todos salir a los Moros, acometiéndoles la mañana siguiente, y haciendo tal mortandad, con el favor del Apóstol Santiago y San Millán, que pelearon por los Cristianos visiblemente, que aseguran nuestros mejores Autores, que esta Batalla, una de las más sangrientas Batallas que se han visto en muchos siglos.

Los Moros, viendo su estrago, empezaron a huir con su Rey Abderramán, que a rienda suelta tomó el camino, y se metió en el Castillo de Alfondega, y de donde se escapó por un Postigo con harto riesgo. Fue esta célebre Batalla en el día 6 de Agosto, en que se celebra la Transfiguración del Señor, por cuyo motivo tomó la Iglesia de esta Villa el título de San Salvador, que hoy conserva; Los ricos despojos de Oro, Plata y Piedras preciosas, que lograron los cristianos, fueron de infinita estimación, habiendo muerto 80.000 Moros, según el Arzobispo Don Rodrigo; Don Rodrigo Señor de Arévalo, Obispo de Palencia, y otros autores, que fuera largo referir.

Luis del Mármol, que estuvo mucho tiempo entre los Moros de Fez y Marruecos, hace memoria en su Historia de África, de que los Mahometanos se acuerdan mucho de esta célebre Batalla de Simancas, que ellos suelen denominar del Barranco, y en la que dice murieron más de 80.000 Moros. De la aparición de San Millán, nos consta, a más de la tradición, por una ermita que se fundó en el sitio donde fue la Batalla, y es en el alto adonde se apartan los Caminos de Tordesillas, y de Vega Sorda, y casi encima de la Fuente que llaman de Mosquera. Las Paredes y Ruinas de la Ermita, han durado hasta el año de 1550, en el que con poco conocimiento, de cuán respetable era esta memoria, y digna de conservarse, se vendió la Piedra de sus Cimientos, para la Iglesia del Salvador de esta Villa, aunque aquel Término y sitio aún ahora, de San Millán.