jueves, 15 de marzo de 2012

La democracia cristiana: de aquellos polvos, estos lodos.


La política cristiana, arrastrada por la Revolución

Ni dejaré de ser [...], como todos mis antepasados, buen católico, ni, como hombre del siglo, verdaderamente liberal. Así hablaba el antirrey Alfonso XII en el manifiesto de Sandhurst. El principio de la democracia cristiana consistió y consiste en la abdicación continua de los principios de la política cristiana, en aras de los vientos de la Historia. De tal forma, si el siglo XIX fue el siglo liberal por excelencia, el siglo XX se convertiría en el siglo del laicismo. Y de estos polvos, vinieron estos lodos.

Los principios de Montalembert o Lamennais se materializaron gracias al ralliement, debido a las políticas nefastas de la Santa Sede. Mientras que en Francia, algunos círculos rezaban por la muerte de León XIII, en España se rezaba por la conversión del Papado (Cum Multa). Más tarde, a pocos sorprendió cuando el hijo del antirrey Alfonso XIII permitió la promulgación de la Ley de Asociaciones, calco de las leyes de la Tercera República Francesa. Por ello, la identificación de la democracia cristiana con los grandes partidos de masas del siglo XX no es del todo cierta. Es toda aquella doctrina que intentó conciliar el catolicismo con el liberalismo y, por tanto, gozó de varias manifestaciones.

Con sus más y sus menos, el mejor clérigo del siglo XX.

En España, siempre hubo clérigos que más o menos identificaban la táctica y, en consecuencia, tomaban posiciones. Pues nunca faltó quien quiso imitar a los célebres abates democráticos. Pedro Segura, Arzobispo de Valladolid, nos decía:

El espíritu naturalista democrático y demagógico todo lo ha invadido en el momento actual [...] nacido de la revolución, lo va contaminando todo y va minando los fundamentos de la autoridad y consiguientemente de la sociedad que sin ella no puede subsistir [...] Ha deformado la constitución secular de los pueblos; ha destruido la organización social que, bajo la inspiración de la Iglesia, hizo felices a las naciones y trata de implantar una nueva ciencia no basada en los principios inconmutables de la revelación [...] Con tales ropajes de cultura y progreso se ha vestido a estas innovaciones revolucionarias, que ha habido muchos incautos que se han dejado seducir miserablemente, aún entre los sacerdotes, y se han venido a convertir en celosos propagandistas de este nuevo movimiento que equivocadamente estiman como redentor.

También Jacques Piou, perteneciente a Acción liberal, destacado monárquico y principal impulsor del ralliement lo analizó, quizás, como ninguno:

¿El mal menor? De él morimos. El mal menor puede ser el peor de los males. El peor de los males, es el dejarse desaparecer, la abdicación, la complacencia con los malos. Hay algo peor que la negación declarada: el sonriente abandono de los principios, el lento deslizarse apelando fidelidad. "Más temo el veneno que el hacha" decía Windthorst y también yo temo el envenenamiento de los católicos... Cuando hayan entregado suavemente lo que constituye su fuerza, su savia, serán prisioneros avergonzados de sí mismos, porque, sacrificando su libertad no habrán conservado la dignidad que honra en la derrota y prepara el desquite.

¿Me atreveré a pronunciar una palabra que a muchos de vosotros ha de parecer una audacia singular? : Sed intransigentes. En esta hora, vuestra intransigencia es vuestra salvaguardia.

...Yo paso por moderado. ¡Cómo! Dejadme deciros que llevo demasiado tiempo en la vida pública para creer en la eficacia de las medias tintas. Nada se gana con el silencio, con las capitulaciones más o menos disfrazadas, con las habilidades que acaban en encenagarse siempre.

Deseamos la paz con todas nuestras fuerzas, pero la paz con honor. Cuando hayáis mostrado que no capituláis cobardemente y hayáis convencido de la necesidad de una resistencia obstinada a todos cuando leen, habréis servido útilmente a nuestra causa. No se teme sino a los fuertes, no se cuenta sino con aquellos que resisten. Cuando los poderosos se encuentran frente a sí hombres resueltos, están más pronto a hacer concesiones que cuando tienen que habérselas con tímidos o con serviles.

Y mientras tanto, en España, el partido de inspiración cristiana que nos desgobierna ya ha eliminado las fiestas religiosas, ha promocionado la blasfemia, continúa con la matanza de niños nonatos y atribuye a las asociaciones de invertidos utilidad pública.

¿Tempora o mores? Bien podría ser el emblema de la Democracia Cristiana

El futuro materializado de los democristianos, finalmente, ha tenido muchas espinas pero ninguna rosa. Y al entrar en las iglesias, los caballeros yacentes gritan en silencio: ¿Os son necesarias como en otro tiempo nuestras espadas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario