martes, 25 de septiembre de 2012

Las Memorias de Alfonso Carlos: Domingo 25 de septiembre de 1870.


DOMIGO 25 DE SEPTIEMBRE DE 1870

A las cinco de la mañana nos pusimos en movimiento, y a las seis y media ya estábamos dentro del puerto de Toulon; pero hubo que dar un gran rodeo a causa de los muchos torpedos que se hallaban delante del puerto, cosa natural en estos tiempos de guerra. Aquí teníamos otra dificultad, y era que todos los que venían con nosotros iban a ingresar al momento en masa en el Ejército francés, y nosotros temíamos que si desembarcábamos con ellos nos obligarían a seguirles. Pero la Virgen nos ayudó. Y por medio del Sr. Pascal logramos apearnos en una pequeña lancha, en compañía del mismo. Bajamos a tierra, a la aduana; pero como no teníamos bagajes ni ropa militar, ni nos miraron siquiera; entonces no hicimos más que despedirnos del Sr. Pascal y de algún zuavo francés que allí había, y tomando un coche, Tarabini, Sánchez y yo fuimos directamente a la estación del ferrocarril, como faltaba una hora para salir el tren, quisimos, antes de todo, dar a gracias a Dios por los favores que nos había hecho, y tomamos un guía que nos llevó a la iglesia más cercana. Rezamos un poco allí; pero no hubo tiempo de oír misa (aunque era domingo), porque nos habían aconsejado que parásemos en Toulon lo menos posible, pues había la cantonal en aquel entonces allí. Y tuvimos suerte, pues a otros soldados y oficiales pontificios que se pasearon por la ciudad poco después, vestidos malamente de particular, los tomaron por espías prusianos y los encerraron en una prisión por varios días.

A las ocho y media salimos dichosamente de Toulon por ferrocarril para Valence, donde pensábamos pasar la noche; pero en Marsella, donde nos paramos media hora, vimos a un hermano de un zuavo francés, que nos contó los horrores que estaban haciéndose allí, y nos recomendó siguiéramos adelante hasta Grenoble. Efectivamente, desde Valence, sin pararnos, seguimos hasta Grenoble, donde tuvimos que pasar la noche, porque el tren no continuaba. A las nueve y media de la noche llegamos los tres a Grenoble, y fuimos a descansar en una pequeña fonda. Allí, por primera vez desde muchísimos días que no lo podíamos conseguir, logramos desnudarnos y dormir en buenas camas, que nos parecieron deliciosas, y dormimos magníficamente. 

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