lunes, 10 de septiembre de 2012

Las Memorias de Alfonso Carlos: Sábado 10 de septiembre de 1870.

SABADO 10 DE SEPTIEMBRE DE 1870

El Conde Ponza di San Martino llega a Roma con una carta infame de Víctor Manuel a S.S. en la que con la mayor hipocresía quería engañar al Papa para que dejase que sus tropas entrasen libremente en Roma. Su Santidad le recibió a mediodía y le contestó lo que debía decirle. Lo cierto es que el Sr. Ponza salió de los cuartos de Su Santidad sin colores y casi no encontraba la puerta, según me dijeron personas que le vieron.

General Kanzler (ZP)
Al mismo tiempo, S.S. dio orden al General Kanzler, proministro de las armas, de empezar a prepararse para la defensa de Roma. S.S. estaba firme en no ceder más que a la fuerza. Al despedirle, dijo S.S. a Ponza que, aunque no era profeta, él creía, sin embargo, que los italianos no entrarían en Roma, o a lo menos quedarían poco tiempo. A la una vino a verme en mi casa el Cap. Baumont del Estado Mayor, para decirme que S.S. no había querido ceder en nada, y que al contrario, había ordenado al General Kanzler preparar una buena defensa. El consuelo que me produjo esta noticia fue inmenso; pues siempre temía yo que llegasen a persuadir a S.S. de que no hiciese resistencia, para evitar derramamiento de sangre; y mucho más, que en la ciudad habían hecho correr estas voces.

A las cuatro y media de la tarde S.S. fue a Termini para asistir a la apertura de la fuente del Acqua Pía, que venía desde Arsoli en conductos de piedra y de hierro que acababan  de concluirse entonces. El gentío fue extraordinario. Yo asistí también con otros oficiales; soldados no había, pues estaban consignados en los cuarteles. Al llegar y al marchar S.S es increíble las manifestaciones que todos le hicieron y, entonces pensamos nosotros: “Dios quiera que no sea esto como la entrada de Jesucristo en Jerusalén pocos días antes de su Pasión”. Y, desgraciadamente, casi sucedió así.

El castillo de San Ángelo, la ciudad leonina.
A las siete de la tarde, desde Termini fui a la pensión de los oficiales, para comer, pero tuve que marchar enseguida, pues me mandaron ir al fuerte S. Ángelo para vigilar cuarenta hombres de corvés. Al momento llegue al fuerte, y vi trabajar esos cuarenta hombres. El trabajo consistía en cargar balas de cañones, bombas y granadas en carros y enviarlos a diferentes puntos de la ciudad y a las puertas. Además hubo que vaciar muchos almacenes de pólvora, pues estaban hechos de madera y con un bombardeo podían volar. Esa pólvora la llevaron de lo alto del fuerte a almacenes más seguros. Toda la noche se trabajó: y éste era muy pesado, pues había que subir y bajar escaleras, y por faltas de instrumentos, los pobres zuavos debían llevar las balas de cañón en las manos. Sin embargo, nadie se quejaba y, al contrario, estaban alegres y decía: “Travailler, volontiers, pour le Pape

No hay comentarios:

Publicar un comentario