lunes, 10 de septiembre de 2012

Carta de Víctor Manuel a Pío IX

Víctor Manuel II

 
(Entregada a S.S. por el Conde Ponza di S. Martino)
 
“Beatísimo Padre: con afecto de hijo, con fe de católico, con lealtad de rey, con espíritu de italiano, me dirijo de nuevo, como lo he hecho ya otras veces, al corazón de Vuestra Santidad.
 
Una peligrosa tormenta amenaza a Europa. Aprovechándose de la guerra que está asolando el centro del continente, el partido revolucionario cosmopolita cobra bríos y audacia, y prepara, especialmente en Italia y en las provincias gobernadas por Vuestra Santidad, sus últimos ataques a la Monarquía y al Pontificado.
 
Pío IX
Ya sé, Beatísimo Padre, que la grandeza de vuestro ánimo estaría siempre a la altura de los grandes acontecimientos que ocurriesen; pero siendo, como soy, católico y rey italiano, y en calidad de tal custodio y garante, por disposición de la Divina Providencia y por la voluntad de la nación, del destino de todos los italianos, siento el deber de tomar, a la faz de Europa y del catolicismo, la responsabilidad de la conservación del orden en la península y de la seguridad de la Santa Sede.
 
Pues bien, Beatísimo Padre: el estado de los ánimos en los pueblos gobernados por Vuestra Santidad y la permanencia en ellos de tropas extranjeras, venidas con distintos fines de diferentes países, son un foco de agitación y de peligros que nadie desconoce. La casualidad o la efervescencia de las pasiones pueden conducir a violencias y a una efusión de sangre, que en mi deber y en el vuestro, Padre Santo, está el evitarlas de todos modos.
 
Ya veo la indeclinable necesidad, para seguridad de Italia y de la Santa Sede, que mis tropas, acantonadas ya en las fronteras, se internen a fin de ocupar las posiciones indispensables para la seguridad de Vuestra Santidad y el mantenimiento del orden.
 
Vuestra Santidad no ha de ver en esta precaución un acto hostil. Mi gobierno y mis fuerzas se limitarán absolutamente a ejercer una acción conservadora y tutelar de los derechos fácilmente conciliables de las poblaciones romanas con la inviolabilidad del Sumo Pontífice y su autoridad espiritual, y con la independencia de la Santa Sede.
El Conde Ponza di San Martino
 
Si Vuestra Santidad, como no lo dudo, y como su sagrado carácter y la benignidad de su corazón me dan derecho a esperarlo, se halla inspirado de un deseo igual al mío de evitar todo conflicto y el peligro de un acto de violencia, podrá tomar con el Conde Ponza di San Martino (que entregará a Vuestra Santidad esta carta y que tiene las instrucciones oportunas de mi Gobierno), los acuerdos que se crean más conducentes para conseguir el objeto apetecido.
 
Su Santidad me permitirá esperar, además, que en los momentos actuales, tan solemnes para Italia como para la Iglesia y el Pontificado, aumentará la intensidad del espíritu de benevolencia, que nunca podrá extinguirse en vuestro pecho hacia este país, que es vuestra patria, y los sentimientos de conciliación que me he esforzado siempre con incansable perseverancia a traducir en actos, a fin de que satisfaciendo las aspiraciones nacionales, la cabeza del catolicismo, rodeado del afecto de los pueblos italianos, conserve en las orillas del Tíber una Sede gloriosa e independiente de toda soberanía humana.
 
Vuestra Santidad, librando a Roma de tropas extranjeras y sacándola del continuo peligro de ser campo de batalla de los partidos subversivos, habrá dado cima a una maravillosa obra, restituido la paz a la Iglesia y demostrado a la Europa, asustada de los horrores de las guerras, que pueden ganarse grandes batallas y alcanzarse triunfos inmortales con un acto de justicia y con una sola palabra de afecto.
 
Ruego a Vuestra Beatitud que se digne dispensarme su bendición apostólica, y reitero a Vuestra Santidad los sentimientos de mi profundo respeto.
 
Florencia, 8 de septiembre de 1870.
 
De Vuestra Santidad muy humilde, obediente y afectuoso hijo,
 
Víctor Manuel

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