LUNES 19 DE
SEPTIEMBRE DE 1870
El Conde de Caserta |
Por la
tarde, a las cuatro y media, fui a casa para comer. Pasé en coche por el Corso
y Plaza Colonna, y fue la última vez que fui de paseo por Roma y que estuve en
casa. El Corso estaba tan lleno de coches elegantes, casi como siempre, a pesar
de estar la ciudad sitiada desde varios días y amenazada de un bombardeo. En
Plaza Colonna se veía mucha tropa acampada.
Por las
calles habían echado tierra para que los dragones, que llevaban órdenes al
galope, no cayesen; por esto había mucho polvo en la ciudad. Desde varios días
se leían sobre las murallas los anuncios del estado de sitio declarado en Roma
y firmado por el Ministro, General Kanzler.
Todas las
calles estaban llenas de patrullas numerosísimas de gendarmes y de squadriglieri,
pues siempre se temía una revolución dentro de Roma, para lo cual el Gobierno
italiano había pagado muchísimo, pero los romanos no se atrevieron a
sublevarse. Por la tarde Su Santidad fue en coche hasta la Escala Santa,
pasando por toda la ciudad, donde se le hicieron inmensas demostraciones de
afecto; todos corrían a verle pasar. Su Santidad subió de rodillas toda la
Escala Santa y rezó allí durante mucho tiempo, volviendo después al Vaticano.
Este paseo de Su Santidad, en momentos tan terribles, produjo una impresión
extraordinaria. Yo comí deprisa en casa, saludé a Manuel, pasé al Jesús para
ver allí a mi confesor, el P. Gil (pero como él estaba ocupado y yo tenía
prisa, no pude verle), y enseguida, en compañía del buen Coronel Redondo
(antiguo guardia de Corps de Fernando VII), fui a nuestro campamento de Villa
Médici.
Desde la
torre de la casa de la Academia de
Francia se veían muy bien los italianos. Hubo un momento de alarma, pues el
Coronel creía que había soldados italianos ya cerca de las murallas en la Villa
Borghese, pero luego se averiguó que no había nada. Varios capellanes nuestros
vinieron allí por la tarde y distribuyeron a los zuavos medallas y
escapularios, y muchos zuavos pusieron los escapularios por encima del
uniforme. Además llevábamos todos esas pequeñas cruces rojas bendecidas por Su
Santidad y otra estampa de tela que tenía impreso el Nombre de Jesús, también
hechas distribuir a los soldados por Su Santidad.
Puerta de San Juan de Letrán |
En la Puerta
Salara estaba la sexta del primero (Capitán Joubert). Además estaba en la Villa
Ludovisi la cuarta Compañía del segundo Batallón (Capitán Berger; Ten. Rabé des
Ordons; Sub. Ten. Bouquet des Chaux). En la Villa Médici estaba fija la
Compañía de Subsistencia, que llegaba hasta todo el Pincio; ésta estaba formada
por 150 reclutas de Zuavos, que a lo más llevaban ocho días de servicio, y
tenía por oficiales el Teniente Brondois, el Ten. Niel y el Sub. Ten.
Menetrier. También estaban en la Villa Médici, a disposición del Coronel Allet,
la sexta del segundo (mi Compañía, la tercera del tercero y el pelotón de
gastadores mandado por el ayudante.
Los reclutas
hacían su servicio bastante bien, a pesar de no comprender el francés, por ser
casi todos holandeses, y de que no conocían todavía casi nada del servicio
militar. Por la noche un centinela no quería dejar pasar a unos zuavos que
volvían al jardín, y por poco dispara un tiro o les atraviesa con la bayoneta.
Yo quise persuadirle; pero el centinela, que no hablaba más que holandés y a
quien habían ordenado que no dejara pasar a nadie, no me hacía caso. Por fin
hubo que llamar al oficial de su Compañía, y le persuadió. Fue también
milagroso que no sucediesen desgracias con gente que no sabía lo que era un
fusil; pero la buena voluntad suplió a la falta de instrucción.
También esta noche los españoles rezamos juntos nuestro Rosario. Se
creía que nos atacarían el 20, porque en esos días, desde la llegada del primer
parlamentario, habían venido a Roma otros dos, un General y un oficial
italianos, y ambos habían recibido las mismas contestaciones que el primero,
por el General Kanzler, en nombre de Su Santidad. Esta noche, nosotros, los
oficiales, dormimos en un cuartito de la casa de la Academia de Francia, junto al
atrio, en donde dormía nuestros soldados. La noche fue buena y no llovió.
Nosotros dormimos perfectamente.
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